martes, 13 de agosto de 2013

II- TRIBULACIONES ( 9 )

Tribulaciones ( por segunda vez, la primera desapareció de mi ordenador)

Anoche, escribí un montón de cosas de esas que te salen de dentro, de tus profundidades más íntimas, de repente, cuando se te enciende la chispa que te lleva a escribir durante casi tres horas seguidas sin interrupción. Esta mañana (me levanté antes de que mi hija menor comience a estudiar "Mates"  y comience a solicitar mi ayuda, que la doy con todo amor, pero a veces, teniendo en cuenta que sólo tengo un mes para disfrutar de MIS ESPERADAS VACACIONES SÓLO MÍAS y ella es súmamente inmadura como para hacerlo sola, me pesa.), me senté con toda mi energía mientras me bebía mi café batido con leche  , encendí mi ordenador y para mi desolación, el escrito no estaba allí. Así que me perdí casi una hora buscando hasta en la raíz de mi sistema, una y otra vez, cual gata desesperada buscando a sus cachorros caídos del otro lado del paredón, restaurando al punto de la noche anterior, y todo, junto a mi diosa que siempre me mira con esa cara de "jamás vas a aprender a hacer algo bien en el ordenador. Eres el trasto más grande que existe en materia informática y demás" y aquí estoy, nuevamente decidida, pero a la vez con la incertidumbre de si mis "tribulaciones" de anoche, podrán ser tan claramente transmitidas en este día, que se corta entre conversaciones con "ellas", cocina, coladas, momentos de sol en la terraza , paseos con la perra y demás enceres cotidianos de toda madre que se precie. 
Lo que me preguntaba anoche era por qué en las "pelis" románticas, que nos encanta compartir una tarde de domingo con mis hijas, las tres sentadas en el sofá con los pies apoyados en la mesita del centro y un bol de cristal de palomitas hechas en el micoondas, rociadas con caramelo líquido que se cristaliza  < mmm... deliciosas!!> las heroínas nunca tienen cuarenta y nueve tacos como yo y una vida como la de cualquier mujer que tiene que sostener una familia con un trabajo mileurista y hacer de padre y madre a la vez? Por qué las heroínas de las pelis "de amor", son siempre jóvenes de alrededor de veinticinco, treinta años, con toda una vida por delante y no como una que sólo le queda media y todavía le parecen un montón de años por descubrir, disfrutar y enamorarse como Dios manda? Por qué las heroínas de las pelis casi siempre son de clase media acomodada, tienen estudios universitarios y se reciben con títulos rimbombantes, aunque al principio no encuentren trabajo y acaben trabajando en una casa como niñeras y no pueden ser como una que se recibió humildemente de maestra en un país lejano y tanto como su experiencia de veinte años de trabajo como su título homologado le sirvieron para trabajar sólo en guarderías? Por qué son siempre de cabellos dorados por el sol de Miami, con unos tipitos de infarto, aunque vayan tapadas hasta la nariz, cuando tienen que hacer de mucamas, cuidadoras de ancianos, vendedoras de juguetería y después, al momento de la escena sexual, te muestran toda la carne al asador en su exacto punto y nunca muestran unos pechos al filo de la flacidez, con alguna que otra estría, que las haga parecer seres humanos y no muñecas barbies, si lo que va pasando en el cuerpo de una mujer a lo largo de su vida, sus marcas de vida, pueden ser tan atractivas como lo que en la realidad  de la ficción nos quieren mostrar? Por qué, en la mayoría de los casos, los actores que las acompañan tienen que hacernos soñar, delirar y aullar, cuando en la realidad los hombres que se "parten de buenos" o son gays o modelos y casi nunca tienen cincuenta y tantos años? Estas heroínas de pelis, casi nunca acaban recorriendo cajeros de bancos, para ver qué queda para llegar a fin de mes. por el contrario, si comienzan pobres, acaban casándose < y digo "casándose", porque a los cincuenta y tantos, ya no es la realidad de un hombre que ha vivido un matrimonio durante alrededor de veinte años y tiene ya hijos mayores. A esta edad, los hombres desean pasar buenos momentos, sin comprometerse demasiado y encima, cuando sienten que se están metiendo en "camisas de once baras", huyen> con un hombre súper rico, que al principio, se les presentan como "el frutero de la esquina"...




Mi heroína real de película sería Catherine Z. Jones, sí, sé que me paso un poco, pero, ¿no es que las películas de amor tienen que ser súmamente taquilleras? Pues ella. Eso sí, con el maquillaje suficiente como para no desentonar y mezclarse mimetizándose con cualquier mujer de la calle, de una calle de pueblo, que recorre todos los días caminando a su trabajo y es conocida desde hace once años como "la Cati", la "profe", "la que te cuidaba cuando eras un bebecito". "La Cati", la madre de Candelaria y Lucía, la que se divorció de aquel que quedó mal parado ante medio pueblo y no porque ella se encargó de difundir sus malas acciones, sino porque "el tío" se ganó el título a pulso y después se fue a la península olvidándose de sus obligaciones legales para con sus hijas. "La Cati" que intenta cuidar su reputación y sólo ha caminado de la mano de quien creyó y cree ser el hombre de su vida, el adecuado, ese de quien se enamoró poco a poco y ... 

La Cati de mi película se tiñe sola el cabello con la tintura de color chocolate que compra en el súper, se lava la cara con agua helada tanto en verano como en invierno porque le mantiene fresco el cutis, usa una crema reductora desde la frente hasta los dedos de los pies todas las mañanas y se maquilla discretamente con los maquillajes que compra a menor precio en la tienda bonita de la otra calle, va a la peluquería cada tres meses a cortarse el cabello a la peluquería de una madre de una ex alumna. Se compra ropa en rebajas y tiene tan buen ojo que, aún en rebajas, aquel vestido del que se enamora, suele ser el más caro de todos los que se exponen y por supuesto no está dentro de  su presupuesto, entonces se lleva el más parecido que encuentra, porque sabe que con algunos arreglitos y un poco de arte le quedará divino.  Se cuida en las comidas, tanto por estética, como por salud y porque se sabe exuberante, y no tiene que pasarse demasiado, pero sabe disfrutar de una buena comida cuando tiene que hacerlo. "La Cati" es una mujer seductora, según le dicen. Se  sabe atractiva y eso le da cierta seguridad a la hora de sentarse a tomar un café en una primera cita y a la hora de quitarse la ropa, tras algunas más. Los hombres que han pasado por su vida la han encontrado interesante tanto por dentro como por fuera, porque su personalidad es chispeante. De mentalidad "zen", actitud positiva, salidas hilarantes, de vez en cuando irónica y de sangre caliente. Y creo que éste debe ser su mayor problema a la hora de mantener una relación. "La Cati" no tiene problemas de ponerse unas deportivas para caminar por el peor camino empedrado durante unaexcursión por la montaña ni los tiene para ponerse unos tacones que le hacen las piernas preciosas para tener una cena en un sitio romántico y especial. 
Esta heroína de mi peli es madre las veinticuatro horas del día en su casa, y ocho horas durante su trabajo con niños de dos a tres años, que la quieren, abrazan, besan, babean, rasguñan, chorrean y piden por ella, porque siempre les canta una canción que les divierte, les baila una música de esas que escuchan  "con mami en casa", moviendo las caderas, con todos ellos brincando alrededor y desmelenándose hasta caer  todos rendidos en la colchoneta. Les permite quitarse la ropa y los zapatos, en verano, para ensuciarse creando un cuadro con harina, sal, agua, cola, pinturas... con lo que disfrutan y los mira desde sus alturas, a los ojos, para que la entiendan mejor, cuando tiene que decirles en voz bajita que no quiere que vuelvan a hacer aquello que está mal, que ella los quiere, pero que se tienen que sentar " a pensar" un ratito en que no lo volverán a hacer < aunque esto casi nunca se cumpla> pero así es su trabajo, día tras día, de amor y creación, de guía y de ejemplo. 

La heroína de mi peli particular, prepara creppès a pedido de sus hijas y les enseña a prepararlos también, porque desde siempre ha intentado que se formaran para lograr la autonomía necesaria para desenvolverse en el mundo. Porque piensa que las mujeres han de ser fuertes, capaces de resolver las cosas solas, porque los hombres no siempre están para acompañarnos y si están, la mayoría de las veces, se van a practicar deporte fuera de casa o se evaden "practicando deporte" con el mando de la tele en la mano. Es maestra titulada y siempre tiene su mente dispuesta a adquirir conocimientos, y ha sido capaz de estudiar por tercera vez en su vida "el proceso de la fotosíntesis" y tantas cosas más durante once años, en catalán, para poder sentarse por las tardes al salir cansada del trabajo a ayudar a sus hijas.

Esta "Cati" de cuarenta y nueve años ha tenido montones de experiencias antes de casarse, una vida libre, pero no libertina, en una familia que siempre confió en ella y le dio alas para volar, para que hiciera lo que quisiese y se dejara llevar para donde el camino del destino la condujese. Una familia donde el arte y la cultura, la lectura y la música, eran como el agua que se necesita para beber y siguen siendo el agua que necesita para beber, para sentirse mimada, cuando los mimos de otra índole escasean. Una familia de clase media, con dos padres que siempre tuvieron que trabajar de sol a sol para que a ella no le faltase nada. Y no le faltó nada y aquello que no llegaba cuando a ella se le daba la gana, llegaba en el momento que se podía y esto le enseñó a esperar y a valorar todo lo que tuvo y lo que tiene. Sabe que todo se consigue con sacrificio, porque no es de las que han sido tocadas con la varita mágica de la abundancia. Y esto es lo que les quiere transmitir a unas hijas que al cambiar de mundo, al cambiar de hemisferio, crecieron junto a un par de padres que pudieron darles bastante bienestar económico mientras estuvieron juntos, pero que, al divorciarse, hicieron que toda aquella "maravillosa vida", se viniera abajo. Esta "Cati", heroína de mi película de Hollywood, a pesar de no tener la vida que quisiera, casi más para cumplir los sueños de sus hijas que los suyos propios, valora su vida, ama su vida y se ama a si misma y se respeta y quiere ser respetada. Es orgullosa, pero sabe pedir ayuda sobre todo cuando sabe que lo que está haciendo es beneficioso para sus cachorras. Cree en sí misma y no se pasa la vida pidiendo milagros, aunque fue criada en un hogar católico. Intenta transmitir valores a sus hijas en cada charla, aunque ellas la traten de "pesada".

"La Cati" es despistada, apurada, torpe, delirante, ingenua, con alma de adolescente, algo rebelde, disfruta rodeada de los amigos de sus hijas, y sus amigos se divierten con ella, al punto de que se ponen celosas y acaban apartándola de sus reuniones, es lo más lógico y normal. A esta heroína, siempre le ocurre algo divertido y por casualidad sale bien parada, casi como en cualquier peli romántica. Sabe perder y caer y se vuelve a levantar una y otra vez, y renace más fuerte en cada caída, porque la vida lo amerita. Siempre está apuntada a páginas de "encuentros de pareja" y tiene ojo de lince. No sale con cualquiera, porque a pesar de su situación económica, sabe bien que vale por lo que es y no por lo que tiene. Disfruta de sus momentos románticos, casuales, más largos si se dan y si se acaban, se queda con la parte positiva de ellas, porque cree que siempre el cruce con otro ser humano deja un mensaje, que si sabemos descifrar, puede enseñarnos algo para la relación que sigue y cree en el "karma"... Cree que vamos repitiendo acciones, fracasando y aprendiendo durante vidas pasadas y que tal vez sea en esta vida que todo aquello que aprendimos, se torne en algo fructífero hoy, ahora. Esta heroína, va conociendo gente en su camino, va probando para ver con quien se siente más a gusto, se va dando la cabeza contra la pared, porque cada relación nueva, acaba porque es lo lógico, va muriendo de dolor por el tiempo justo y necesario como para no enfermar ni física ni psíquicamente y se levanta una y otra vez, porque al abrir las ventanas de la vida, el sol, sigue brillando.

Claro, seguramente la vida de una heroína del día a día no puede competir con el delirio sexual que representa Christian Grey para la comunidad femenina... Pero,  a que más de una madre soltera que tiene que luchar por el bienestar personal y el de sus hijos, totalmente sola y en un país que no es el suyo propio, se sentiría reflejada?  

domingo, 14 de julio de 2013

II- VIAJES EN LANCHA- " EL TÉMPANO" ( 8 )

Conocí mucha gente al mismo tiempo en un mismo período de mi historia por chat.  Antes de comenzar a chatear con El guardián, conocí a Leo. Tengo ojo clínico con la gente, voy a admitirlo. Leo me dejó un saludo educado en mi blog de aquella red social y clické para ver su perfil y blog. Todo muy correcto. Muy en su sitio. Algunas fotos, algunos comentarios, pero nada digamos "extraordinario" ni fuera del otro mundo. 

Lo fui conociendo poco a poco. Poco a poco fui sabiendo de su vida, lo que él deseaba que supiera. Que vivía en un barrio de Madrid. Que tenía cuarenta y ocho años, que era ingeniero en telecomunicaciones y trabajaba para una multinacional china. Que había tenido una pareja sueca durante unos cuantos años, pero que no se había casado. Que no tenía hijos. Que vivía con sus padres de quienes se ocupaba a falta de una hermana que siempre estaba atareada con sus quehacereres y propia familia. Nacionalista hasta los tuétanos, siempre comentando sucesos políticos. Culto, educado. 

Personalmente me pareció más que agradable. Atractivo, de mirada seductora, sonrisa afable, modales paternales. Su voz cálida, su hablar pausado y de un volúmen que agradaba al oído, te invitaban a imaginar largas charlas a la hora en que el sol se pone y las primeras luces auguran una noche en calma.  Cabello castaño oscuro con algunas canas, alto y fuerte. El tipo y tamaño de hombre que te puede proteger de las "inclemencias ambientales". "Confortable" como me decía que alguna vez le habían dicho. Durante alrededor de cinco años hablamos de muchas cosas, intimamos, filosofamos, discutimos, nos alentamos, nos apoyamos, nos sostuvimos. Leo fue la persona a quien recurría cada vez que tenía que solucionar un problema doméstico y no sabía cómo. Su didáctica a distancia me valía y juntos, gracias a sus instrucciones, fui capaz de arreglar mi lavadora, móvil de por medio y manual en pantalla del ordenador. Así, todo. Leo siempre tenía la idea justa y la solución bien pensada.

Así fue como de tanto charlar, de tanto conocernos, de tanto creer que formábamos una pareja virtual casi perfecta, un día me confesó que su madre "necesitaba dos nietas y una perra" a quienes mimar <¡vaya coincidencia con mis más preciadas posesiones!>. Para ubicarnos un poco mejor en el tiempo, estoy hablando de hace tan sólo dos años atrás, del 2011. Cuando mi hija pequeña tenía doce años y la mayor, diecisiete. Por supuesto me asombré de que viniera esta "proposición" de un hombre correcto como él y la sopesé un poco. Digamos que casi casi me la creí. 
Comenzamos a proyectar juntos, durante unos días. Imaginamos que deberíamos trasladarnos a la península, dejando mi trabajo, que deberíamos ocupar una de sus tres casas en las afueras de Madrid. Que las niñas podrían recomenzar allí el instituto, y una larga hilera de etcéteras, bastante difíciles de conseguir en breve tiempo y un poco alocadas, si se quiere, pero una nunca sabe los caminos que le puede tener preparados el destino.  

Una tarde como tantas, me conecté a la hora que siempre solíamos encontrarnos y no nos encontramos. Y esto siguió sucediendo sin explicación de por medio, ni mensajes en mi bandeja de entrada, ni absolutamente ningún rastro, huella, ni nada de su parte.




Se derritió como témpano de hielo en mares ecuatoriales. Desapareció de la superficie marina. Mi Diosa se quedó alelada. Totalmente inmóvil, cual estatua de mármol. Y la verdad que, particularmente, nada me pareció demasiado extraño, dado las miles de situaciones raras que se suceden en la red. Hay que admitir que sentía un inmenso cariño por esa persona que siempre había estado a mi lado, desde el momento en que lo conocí, así que, lo que más rabia me dio fue cómo un ser humano puede abrir la bocaza, o a través de Internet, puede teclear semejantes disparates, que apuntan al corazón de un ser humano, creándole ilusiones para de repente y sin más, desaparecer, dejando atrás años de amistad y como si fuese poco, años de gasto en electricidad, para llevarla mediante el  ordenador. Me pregunté durante un par de días, cómo una persona que parecía digna de mi atención se podía haber comportado como un...[envoltura de forma oval dentro de la cual se encierra el gusano de seda para transformarse en crisálida]. Y aún hoy, en el tiempo, me sigo preguntando lo mismo y no encuentro respuestas coherentes... 

sábado, 6 de julio de 2013

II -VIAJES EN LANCHA- "EL GUARDIÁN" ( 7 )



Navegando por la red conocí mucha gente con la que me relacioné virtualmente, y más tarde personalmante, sepulté o seguí con la amistad después de haber pasado por distintos estados emocionales junto a ellas. He considerado mis aventuras en la red como viajes en lancha, viajes de navegación. Cada cual con su encanto, su peligrosidad, su momento triste o feliz. Durante estos viajes, me he cruzado con otras historias sucedidas en otros vehículos de navegación. A partir de abandonar el "Puerto de Mi  Divorcio", otros vehículos de navegación, los de mis amigas, comienzan a participar en el viaje. Ellas, harán su aporte a este relato. He recopilado sus momentos también y con ellas hemos sacado algunas conclusiones de esta vida de "cuarentañeras" con ganas de seguir viviendo. Porque la juventud está en este enfrentar la marejada a cada momento sin echarnos atrás.

Para escribir sobre "el Guardián", necesito tiempo y concentración. Siempre me digo que cada relación fallida es una mancha más de mi tigre (o tigresa). Lo cierto es que algunas manchas se destacan entre otras por forma, por tamaño y por el lugar en la piel que han elegido para quedarse. La mancha del guardián ha sido reconocida por mérito propio y  por perdurabilidad a través de los años.

Al tiempo de que Hipnotizador se alejó de mi, recibí un mensaje en mi bandeja de entrada de aquella red social donde él tenía su página. La red social podía tener el uso que cada quien le diera, nosotros, Mattina, Hipnotizador, Fernanda y varias personas más que fuimos conociendo, conformamos un grupo de escritores amateurs. Locos apasionados por las palabras entrelazadas que periódicamente dejábamos allí en forma de poesía o de prosa, para que quien pasara, se tomara un ratito para leernos. Entre nosotros lo hacíamos y nos dejábamos mensajes de aliento cuando sentíamos que dichas palabras nos hacían vibrar. Mucha de la gente que participaba en esta red social, venía cansada de aquella del "chat cultural" y con el tiempo, pasó a formar filas entre el mundanal ruido de facebook.


Volviendo al mensaje recibido. Realmente me sorprendió. No imaginé que después de tres o cuatro meses de lejanía casi total, de silencio, Hipnotizador volviese a escribirme. Lo que más me sorprendió fue que utilizara otro pseudónimo para hacerlo, porque sin duda era él con el nombre cambiado. Era su forma de escribir, su forma de "decir" las palabras... Ahora era "el Guardián". Pensé que en realidad tenía bastante de guardián protector y que le habría sucedido algo con su cuenta y había tenido que cambiar de nombre. Como fuera, el nombre no me era preocupante. Las palabras de su mensaje me sonaron cálidas y respetuosas, como siempre. Entonces hice click en su foto de perfil y me fui a investigar su página para ver si descubría el por qué del cambio. Al acabar y al no encontrar respuesta alguna (el perfil era diferente, las fotos diferentes, los vídeos diferentes) le dejé un mensaje < ¿No nos conocemos de otra vida?> Aún, a pesar del cambio total de blog, sentía que por algún motivo se ocultaba  tras otro aspecto. 
Su respuesta fue negativa,  dijo que había entrado "saltando desde el blog de una amiga" y  que había decidido saludarme pues le parecía que el mío, era un blog interesante. Me quedé petrificada y mi "diosa" con piernas y brazos cruzados en  actitud interrogativa.

El blog de "El Guardián" era de esos que en la mediocridad reinanate, de esos que entre los miles de blogs de la red, con faltas de ortografía y errores gramaticales, se destacaba por sus escritos profundos, viscerales, de una belleza que hasta el mismísimo  Borges," tiraría el bastón para correr a leer" y eran suyos propios. 

" ¿Mi frase?. Todo arranca del presente, todo se desvanece en el presente, el presente surge de la nada y la vida es un suceso carente de significado, pero lo mejor de la vida es que termina. Y no es que sea lo mejor; es que es lo real. Y entonces, sólo nos queda la fidelidad al instante vivido y la infidelidad al tiempo que transcurre y nos queda por vivir. " Escribió y me dejé cautivar por ésta y por toda la poesía que con el tiempo me fue regalando. Puedo decir, a día de hoy, que nadie lo ha igualado en profundidad de sentimiento al escribirme. 

Tres meses después de esta inundación de visceralidad que me trastocaba y de comenzar a sentir "mariposas en el estómago", se cruzó  en nuestro camino, ella.
 No recuerdo bien su nombre, supongo que la rabia de su aparición en aquello que consideraba el mayor arrobamiento platónico, me hizo olvidarlo. Era lo diamentralmente opuesto a mi, carnal, dominante, avasallante y eso era lo que demostraba en sus escritos, en su blog. Ella tampoco vivía en la península como yo, de modo tal que a ambas nos pillaba "el tema" a la distancia. Aquello fue un ir y venir de chats entre los tres. El guardián entre las dos, los escritos que él dejaba "como al descuido" y nosotras en su disputa pues ninguna estaba muy segura de para quién eran. Él que me decía que yo no me decidía por él. Mi "diosa interior" que no entendía muy bien la situación de un amor a la distancia, de algo así de platónico". Mi rival enviándome mensajes pidiéndome que me alejara de su amado, que ya no quería saber nada de mi. Yo que intentaba hacerme a un lado a modo de táctica y él que me pedía que no me alejara... Realmente fue una tragicomedia, algo que jamás imaginé que podría llegar a suceder. Al trío virtual se sumó Mattina que apareció en una noche de dolor comentando un escrito mío, de esos que te estrujan el corazón como si fuese un papel lleno de sangre de tinta de las heridas del momento. Se ve que ella estaba en un mal momento también y se sintió identificada con lo que de mi pena surgió. Así fue como noche a noche me sostuvo, desde su ordenador, hasta que un día, el "guardián" se cansó de la otra y se decidió por recomenzar la increíble historia que acabó tornando en una de las más bonitas amistades que conservo en la red. 

Mi querido guardián, hombre inteligente, de alrededor de cincuenta años, divorciado y con una hija que ya tiene su carrera hecha,  incansable guerrero de su vida, combatiente de galaxias que observa con placer desde el centro astronómico que creó junto con un grupo de amantes de las Astronomía como él, lo conocí un verano en Madrid.
 Un fin de semana me decidí a sentir de cerca la pasión, porque la vida hay que vivirla y si es con cierta cuota de riesgo, mejor aún. Me hospedé en casa de sus padres que estaban de vacaciones. Conocí junto a él  parte de su historia entrañable entre los monjes de Silos, recorrí de su mano la tierra del Cid, visité museos y me senté a su lado en los bancos de las iglesias  donde me hablaba y deleitaba sobre  cada detalle arquitectónico. Desperté en sus brazos una mañana con los rayos penetrando entre las rendijas de las persianas y entre beso y beso, me despedí de él con enfado, porque no habíamos podido sentir aquello mismo que se nos había colado virtualmente entre los botones del teclado, para ir a dar con Leo, amigo que también conocía de la red social y con él festejar mi cumpleaños, en una comida en un sitio donde la carne era excelente, la compañía también, pero no la que realmente hubiese querido, porque "el guardián" se quedó, ese día, con mi pensamiento y frustración.

La historia con el guardián no acabó allí, seguimos torturándonos mentalmente durante un tiempo prudencial, hasta que decidimos que no hacía falta tanta tortura porque el cariño real que sentíamos uno por otro, era mayor que el amor virtual y porque la amistad entre un hombre y una mujer se basan en el respeto, y no precisamente en el amor.

Siempre me quedo con un mensaje, después de cada relación. Con la del veinteañero me di cuenta de que era capaz de sentir y de hacer sentir. Con Hipnotizador, de que dentro mío, hay una mujer  valiente, capaz de derribar paredes por sus hijas, para que puedan vivir sus vidas lo más sanas posible mentalmente hablando. Con el guardián, aprendí que la vida hay que vivirla sin pensar en lo que pueda llegar a suceder más adelante, porque de una forma u otra, cada situación se acaba y uno sigue vivo, y renaciendo día a día...






jueves, 4 de julio de 2013

I- AMIGAS DE LA RED ( 6 )

Eduardo decidió irse de casa definitivamente cuando consiguió algo digno donde pudiese vivir y llevar de vez en cuando a sus hijas, no demasiado lejos de donde vivíamos. Por suerte, esto fue antes de lo que me imaginara coincidiendo con que conoció a una chica en un nuevo trabajo que empezó. Esta vez "mi diosa" bailó "Macarena" contoneando las caderas, sintiéndose por fin liberada. Obviamente pensé que los hombres son como niños caprichosos que hacen rabietas porque no tienen lo que quieren, pero cuando se les da un juguetito que para ellos es nuevo, se olvidan de prisa de todo lo demás (del daño que han cometido) y hala ! a vivir la vida, que son dos días!.Me dolió más el alejamiento paulatino de Hipnotizador que estuvo conmigo tres temporadas, que el de Eduardo con quien conviví durante diecisiete años. No me sentía preparada para volar sola, aún necesitaba de aquel nido confortable que me había creado para hacerme sentir reconfortada. Pero lo hizo, se apartó, dejamos las charlas por teléfono, los encuentros en chat se espaciaron y acabaron en algún que otro mail para saber cómo iban nuestras vidas y poco más. Dolió, pero cicatrizó.Mientras, mi vida y la de las niñas continuó, por supuesto intentando reacomodarnos a la ausencia bendecida por las tres, de Eduardo. En mi vida de realidad recibí el apoyo de mis amigas, compañeras de trabajo, de mis vecinos, de los familiares de Eduardo que me habían aceptado como una hermana más desde el principio de nuestra historia aquí, en el pueblo donde desde hace once años vivimos. Pero a ellos, que sabían mi situación, intentaba no agobiarlos demasiado con penurias y me cobijé en la gente que en Internet me ofreció palabras de afecto y me escuchó en los momentos penosos de mi debacle marital. Esta gente se hizo cómplice de todo. El hecho de no verte las caras, de no verte los gestos, hace que intentes hacerte entender por las palabras, hace que profundices en las frases y si lo haces con sinceridad  logras lazos mentales y del corazón muy fuertes capaces de perdurar en el tiempo.Mis amigas de Internet merecen su capítulo aparte. Silvia, su seudónimo en la sala era la mezcla de los nombres de sus hijos,  pequeños entonces, "Danan" (Daniel y Andrea). Con Silvia nos conocimos en la época de Hipnotizador, al igual que con Fernanda. Silvia vive en la península, en un pueblo de A Coruña, es mi "pequeña saltamontes", mi niña más joven. Casada, con un marido autoritario que la tiene a maltraer desde hace años, pero que ella no se atreve a dejar por sus hijos. A veces, creemos que los hijos son la puerta con cuatro llaves que no nos permite salir a la luz, cada quien, en esta vida por sus razones particulares actúa como mejor puede. Nos hemos mimado mutuamente en momentos de desolación. Sé que soy pesada y siempre le estoy dando consejos, a veces la siento como la hermana pequeña que no tengo e intento que saque algo en limpio de mis experiencias para que se proteja por si le sucede lo mismo. En ocasiones he percibido que su vida tiene mucha relación con la mía, en muchos aspectos y eso me hace sentirme su "Maestra Shaolin" y me encanta estar para ella y guiarla. Ambas nos damos luz, besos y abrazos virtuales constantes, su energía positiva se funde con la mía y nos rodeamos de ella para reforzarnos espiritualmente.Fernanda es otra de esas amigas que aún siguen en mi vida desde aquellas épocas del divorcio. Sabemos que estamos. No nos invadimos, ni chateamos constantemente, pero cuando una necesita de la otra, sabemos que conectándonos por facebook, las distancias entre su sitio en el otro hemisferio y el mío dejan de ser tales.Con Fernanda tuvimos un comienzo insólito. Ella también entraba en la página de gente que tenía ganas de hablar con cierto nivel. Rebelde, desfachatada, ingenua, romántica ardiente, nos daba, en la sala de chat, la cuota de humor que necesitábamos. Siempre se mostraba alegre, pero como tantos, llevaba la tristeza en el corazón y también la desolación en el cuerpo. Nos hicimos confidentes hacia el final de mi relación con Eduardo. Me contó su situación, sus penas ocultas y tristezas y de alguien que la había estado ayudando a través del chat. De alguien que la había sostenido, que la había guiado, que le había dado palabras de afecto, había compartido con ella su música, su pasión por la fotografía... Un hombre de alrededor de unos cincuenta años, de mirada verde mediterráneo... que había sido "una especie de guía, de faro también. Sí, quien estáis pensando: "Hipnotizador".Ella se había sentido muy aferrada a él, tanto como yo. Con ella había compartido largos chats de confidencias, palabras de afecto, y de deseo también. Igual que conmigo. Demás está decir que a cada revelación, más nos celábamos una a otra, más comparábamos la forma en que nos había entregado su cariño, y más rabia nos daba al saber que con las dos había tenido el mismo "modus operandi". Seguimos con las largas charlas para saber hasta dónde había llegado con una, con la otra, como dos niñas que quieren saber hasta dónde las ha querido su protector. Obviamente esto nos provocó cierta angustia, rabia y la verdad es que despotricamos contra él, como si nos hubiese estado engañando con diferencia de semanas. Nos costó cierto tiempo de madurez el entender que en ningún momento, Hipnotizador no había querido  engañar, ni había querido confundir nuestros sentimientos. Fuimos nosotras quienes nos dejamos llevar por su trato agradable y paternal en momentos de nuestras vidas en que el dolor nos corría por las venas. Hoy, a la distancia y el tiempo, recordamos la anécdota con una sonrisa, seguimos nuestra amistad que comenzó con aquella "pseudo-rivalidad" y mantenemos trato con aquel hombre querido por las dos, de quien sólo sabemos lo que él quiere publicar por facebook y de vez en cuando, para algún día especial, saludamos.Jana es mi más reciente adquisición como amiga  del chat o de whatapp,  pertenece a la familia insular del padre de mis hijas. El chat es sólo una forma de mantenernos más en contacto, ya que vivimos a cierta distancia, pero lo cierto es que se ha transformado de un tiempo a esta parte en mi cómplice de escapadas a tomar algo, hemos salido a bailar en grupo con amigas, a cenar, a la playa, etc. Jana ha estado casada, es años más joven que yo, supongo que debe tener alrededor de cuarenta y tres o por lo menos es lo que aparenta, pero como se dice en mi país, "a las damas no se les pregunta la edad", y es muy cierto, porque la verdad es que cada quien tiene la edad que representa y no la otra.  Actualmente divorciada, tiene dos hijos adultos que hacen su vida solos y dos preciosos nietos que disfruta más como tía que como abuela. Y Mattina. Mattina viene conmigo, "incluída" en mi vida desde un momento en que se cruzó y no me preguntéis de qué modo, pues sé que se apareció en una red social donde Hipnotizador tenía un blog en el que dejaba para sus amistades sus descubrimientos musicales, vídeos, poesías y las miles de preciosas fotografías que iba obteniendo de sus centenares de viajes alrededor del mundo. En oportunidad de su viaje al África, me invitó a hacerme una cuenta en aquella red, para que me mantuviese "acompañada" a través de sus cosas que llevaban en sí su esencia. En aquella red social, di rienda suelta, por primera vez en mi vida, a mi cariño por la escritura. Y dije mi cariño, pues no soy una "escribiente" apasionada. Sé que me queda mucho camino por recorrer estilística y gramaticalmente hablando, pero lo cierto es que esta acción, como a muchos, me ha sacado y me sigue sacando de ciertos momentos de "tocar el fondo de la piscina". Gracias a la escritura expreso mis sensaciones, sentimientos, estados de ánimo y ella, me ayuda a eliminar "chinchetas del camino". Mattina que escribe maravillosamente, tenía un blog en aquella página y dejaba sus escritos "al viento" para que todos pudiésemos disfrutar de su oxígeno. Y así fue como Mattina visitó a Juan José, Juan José me visitó a mi y Mattina llegó a mi blog. Nos saludamos con cortesía, como todos hacíamos en aquella red y así, leyéndonos y dejándonos comentarios en nuestros escritos, nos encontramos. Mattina es el agua que apaga mis incendios más desaforados, la que frena mis impulsos destructivos y me invita a reflexionar, la que me prepara dulces tartas virtuales  de chocolate para mis días de lluvia. Con ella puedo decir que tengo un cordón umbilical, un lazo de hermana a hermana, por el que corre la mezcla de nuestras sangres. No hay día en que nos saludemos y hablemos aunque más no sea cinco minutos. Nos conocemos las caras a través de la webcam, nos conocemos felices, exultantes e irritadas, nos conocemos acongojadas, libres y desoladas, nos conocemos a fondo. Somos opuestas totalmente en el modo de pensar con respecto a diferentes temas. Pero lo que nos une es el "karma". Ha vivido parte de su vida casada con un hombre muy inteligente del que se enamoró una vez y del que se desenamoró después de muchas veces. Tiene un hijo que ya estudia en la universidad y es mi "meiga" gallega. Sé que con ella puedo pensar en voz alta o en letras de imprenta, tanto por Internet, como mediante whatsapp y cuando los incendios de una u otra nos están haciendo cenizas, nos llamamos por teléfono y nos mimamos hasta que llega la calma. Mattina es sanguínea y pasional y así escribe. De cabellos rojizos y ojos claros, "no tiene pelos en la lengua" y es capaz de despotricar contra quienes me hacen daño, como si fuese una loba que mediante el gruñido, protege a su cachorra. No te pongas delante para hacerme daño, porque sus "meigadas" te cubrirán. No la dañes, porque me harás daño a mi también y lloraré de rabia como si lo que le haces  a ella, me lo estuvieses haciendo a mi. Hazla feliz y me harás feliz a mi.   

miércoles, 3 de julio de 2013

I- MI FARO ( 5 )


Una persona, un hombre a la distancia, tuvo mucha influencia en mi pedregoso camino hacia la separación definitiva. Lo conocí en una página de chat donde se reunía gente de cierto nivel cultural.
Siempre me sentí atraída por todo aquello que tuviese relación con la cultura, con el conocimiento de ideas, con la Filosofía, con la lectura, la música. Siempre, de jovencita, he sido un ratón de biblioteca, maravillada con el olor a saber que había sobre las estanterías y del que me podía impregnar cada vez que quisiera.
Me crié en un hogar donde el leer y el escuchar buena música se hacía desde que nos levantábamos hasta que nos acostábamos. Mi padre y mi madre, sin haber acabado sus estudios secundarios, pertenecieron a una generación donde cualquier expresión cultural era tremendamente reconocida y valorada y éste fue el modo de pensar que me alimentó desde que nací.

A “él”, lo escuché hablar -en realidad escribir- pero como para todos quienes nos comunicamos por chat, el decir y el escribir, se nos funden en el pensamiento. Tengo la suerte a día de hoy, de reconocer a las personas por su forma de escribir, por su forma de expresarse por escrito. La gramática correcta, la correcta puntuación, la claridad en el decir, la buena ortografía, son para mi sinónimo de persona con cierto grado cultural y eso fue lo que percibí en “ Hipnotizador “.

Recuerdo que ese día entré en la sala “cantando un tango”, ahora no tengo en mente muy bien el por qué y para mi sorpresa, entre gente de alrededor de treinta y cuarenta años, de distinta nacionalidad, pero todos de habla hispana, él me cogió el ritmo, tomó mi mano virtual y juntos seguimos tarareando “Uno”. Cada uno la estrofa que le seguía, así, entre risas de los demás que también se unieron, hasta que llegó el punto en que ninguno recordaba la letra. Me contó que conocía la Patagonia y Buenos Aires y eso, llamó mi atención. Me dejé llevar por su forma de expresión, por su forma de escribir y comencé a buscarlo cada noche, cuando las niñas se habían ido a dormir y Eduardo aún trabajaba en el restaurant de enfrente te casa. Cada noche me reunía en esa sala de chat, donde fui conociendo a otras personas que se hicieron confidentes, personas que por unas y otras razones, se sentían solas igual que yo, o con necesidad de un momento de dispersión tras sus jornadas de trabajo, todas reunidas por las ganas de comunicarnos sanamente, con corrección, con respeto.
Y así fue, como cada noche me conectaba, una o dos horas, hasta que oía cerrarse las persianas del restaurant y me metía en la cama para que Eduardo no tuviese nada que decirme al llegar, como si hablar fuera ilegal, como si por charlar un rato para distraerme fuese un crímen. Lo cierto es que después del episodio con el joven de veinticinco años, puso un programa espía en el ordenador que más tarde sacó a relucir, con fotocopias de los chats, inocentes chats, que nada podían decir de mi integridad como ser humano, pero que él pensaba presentar ante el juez, en el momento de entrevistarnos. Una especie de amenaza más, de accionar para asustar, para someterme psicológicamente ante su propio momento de desolación y locura.
Hipnotizador, tal era su nombre de usuario o “nickname”, era un hombre de alrededor de cincuenta años, con un nivel cultural que cautivaba a cualquiera. Durante meses se conviritió en mi virtual pareja inseparable, ambos disfrutábamos de la compañía del otro, de preciosas sesiones de chat que pasaron a ser íntimas por el desaparecido Messenger.




Hipnotizador, se convirtió en una especie de guía espiritual, que me animaba a seguir adelante, que me daba buenos consejos, que me mimaba con una poesía o enviándome un link con una bonita melodía. Ecléctico musicalmente hablando, me transladaba por los géneros musicales que más le llamaban la atención y para mi sorpresa era el tipo de música que a mi también me agradaba. Así que, el intercambio, resultaba de lo más placentero. Me costaba despegar de ese hombre, dejar el chat cuando sabía que Eduardo estaba por llegar, porque hacerlo con él me producía un gozo inmenso, una especie de caricia al espíritu.
Llegamos a un punto de divina locura mental, ambos nos sentíamos muy unidos en las confidencias y sentimos la necesidad de vernos las caras. Una tarde, estando sola en casa, conectamos las cámaras y lo vi en su casa, desde su escritorio, sentado en su cómodo y negro sillón giratorio. Ya sabíamos quiénes éramos por dentro o creíamos saberlo y nos faltaba tener la certeza de que la imagen mental que cada uno se había hecho del otro, era la real. Mi “diosa interior” saltaba de alegría cuando aquel señor cincuentón, calvo, de gafas y mirada verde mediterráneo, me sonreía y me invitaba a beber una taza de té junto a él, uno de cada lado de la pantalla. Era el papá Noël bonachón que me regalaba música, escenas de películas protagonizadas por ambos, descriptas de tal modo que las podía vivenciar. Me contaba de sus viajes, me hacía ver fotografías que iba tomando en ellos y todo aquello llenaba mi espíritu, revivía mi alma, me daba alegría, me hacía volar con la imaginación. ¿Cómo no transformar a esta persona en un regalo de la vida, en aquel momento mío de agonía y enfermedad matrimonial?¿ Cómo evitar chatear con alguien que se había transformado en mi faro personal, en el fuego que calentaba mi espíritu en las noches de fría soledad?
Comencé a sentirme en falta ante todos, por aquella sensación de felicidad que disfrutaba a escondidas, por mi gozo egoísta dentro de una familia que ya no se podía divertir junta. Me sentía “malapersona” ante mis hijas que ya no podían compartir salidas de a cuatro en coche recorriendo la isla en la que vivíamos y nos había acogido desde hacía siete años. Y mis movimientos de esconder chats, cuando ellas aparecían, hizo que se creara una alianza entre ellas y Eduardo, que con quién sabe qué artimañas, convencía a las niñas de que lo que su madre hacía era pecaminoso. Allí fue cuando una noche al querer conectarme con Hipnotizador, noté que algo mal funcionaba en el ordenador, no podía entrar en messenger, ni a las páginas de chat, las páginas estaban bloqueadas y no podía entrar en contacto con él y ésto me causó desesperación, como si me hubiesen sacado la droga que tanto necesitaba. Tampoco tenía su teléfono, nunca se me había dado por guardarlo, así que, recurrí a una amiga del chat, de aquella sala en la que lo había cnocido,de quien sí tenía el número y a la que llamé para que le avisara de esto a mi amigo, le pidiera su teléfono y así poder seguir manteniendo el contacto. De más está decir, que al otro día recibí su llamado.
Comenzó la primavera y mis deseos de salir a caminar, siempre pegada al móvil, siempre pegada a su voz grave, cadenciosa, acariciante. Llegó el verano y mis tardes de tomar sol en la terraza se convirtieron en el momento de encuentro con este hombre que ya me hablaba con palabras de deseo, palabras que yo también comencé a buscar.
Afuera, en la realidad, Eduardo se volvía cada vez más loco al no poder compartir mi gozo. Al punto de quitarme el móvil, de tratarme de prostituta a gritos delante de las niñas, de ponerlas en mi contra, de querer que me citara con un psicólogo. Ya todo se había desmoronado entre nosotros y no había camino de retorno, mi mente se había evadido de tal modo con aquella persona, que evitaba la presencia del padre de mis hijas como podía y él, que desde siempre me había tratado como un déspota trata a quien sumisamente se somete por amor, estaba recibiendo de aquella manera mi pago por el dolor causado durante años de matrimonio.
Nada frenó sus ataques de ira, ni sus golpes contra las puertas, ni sus gritos en plena calle que asombraban al vecindario, ni sus malos tratos psicológicos hacia mi, ni sus rabias por mis escapadas a hablar por teléfono a solas, nada pudo parar el ataque de locura al que llegó, ni siquiera la policía a quien tuve que llamar para ver a dónde se había metido el día que, para llamar mi atención y la de nuestras hijas, desapareció de casa.
Nada pudo parar mis deseos de huir de aquel infierno, ni mis ganas de ser bien tratada, ni de ser comprendida, querida y mimada y seguí adelante con aquella relación virtual que me daba a medias lo que me merecía al completo. En un arranque de excitación mental, decidí hacerme una documentación importante que necesitaba para tener mi residencia en regla dentro del país y había ido postergando. Con ese objetivo me fui a Barcelona, ocultando otro muy íntimo, el deseo de encontrarme con Hipnotizador.
Cruzar el mediterráneo para estar a su lado sólo me significó una hora como mucho entre salida de un aeropuerto y llegada al otro. Y allí estaba él, esperándome con su sonrisa radiante, sus gafas de leer, una camisa blanca metida dentro del pantalón y una chaqueta color beige colgada del brazo. Me miraba con arrobación, creo que a ambos nos saltaba el corazón del pecho. Nos besamos suavemente, me dio su mano y me acompañó a su coche impecablemente limpio, oliendo a cedro o a una mezcla entre su perfume caro y a él. Condujo hasta el centro de la ciudad cogiendo mi mano, soltándola apenas para hacer los cambios de marcha, apenas hablando, las palabras no le salían de la boca de la emoción y la verdad era que de qué íbamos a hablar ya, después de todo lo que se había dicho. Nos bastaban las miradas y la piel. Llegamos a un parquing cercano a las ramblas donde dejó su coche. Me llevó hasta las oficinas que se encontraban cerca, siempre pegado a mi, cogiendo mi cintura y yo, aferrada como si fuese su niña. Subíamos las escaleras del edificio como si flotáramos dentro de una burbuja, abrazándonos como niños, bajábamos en el ascensor acalorados, mordiéndonos los labios con deseo infinito. Acabada la mañana comimos en un restaurant pequeño pero mono y terminamos besándonos ardientemente en el parquing donde había dejado aparcado su coche. Mientras descansaba apoyando mi cabeza en su regazo y él me acariciaba el cabello y la piel, me contó que hacía años que tenía una amiga muy especial, con la que tenía una relación libre, pero que le satisfacía. Que de vez en cuando viajaban por el mundo juntos y que, por respeto a ella y a mi que era una señora, debíamos despedirnos así, sin más, debíamos despedirnos como un “padre” despide a la “niña de sus ojos”, ingenuamente, cándidamente y así fue.
Volvimos a comunicarnos por teléfono cada cual desde sus respectivas residencias, pero ya nada fue lo mismo para mi, sabía que él no haría lo que en el fondo yo deseaba que era mantener una relación más estrecha. Con él regresaron los sueños de amor , las ilusiones. Con él volvieron a irse. Una es una mujer sensible y los hombres están, pasan por la vida dejando la miel en la boca, acarician y se van. Fui su paloma herida hasta que notó principios de sanación, cuando percibió que era capaz de volar por mi misma, se alejó. Mi diosa estuvo de duelo un par días, sólo un par de días, porque Hinoptizador regresó. ¿Regresó?


I- OCASO ( 4 )

Durante el proceso de divorcio con Eduardo, mi ex marido, aún viviendo en casa, conocí mucha gente por medio del chat, a Silvia, mi “pequeña saltamontes” con quien aún compartimos aventuras de nuestras vidas y por quien siento un inmenso cariño, a pesar de nunca habernos visto en persona y a Papá Noël, a quien siempre le estaré profundamente agradecida por el inmenso regalo de su apoyo emocional en aquel, mi camino mental hacia la liberación real de lo que era mi opresión marital.
En aquel entoncs, con Eduardo, establecimos una tregua de mutuo acuerdo por el bien de nuestras hijas a quienes veíamos un poco descentradas en el colegio y por nuestra propia salud mental (por mi parte no sólo bajé alrededor de diez kilos, pues me sentaba a la mesa y se me cerraba el estómago, sino que llegué a sentir que me estaba volviendo loca. Más adelante os contaré el por qué).
Desde nuestros primeros años como pareja, en América, Eduardo tuvo problemas con el dinero. No sólo que lo malgastaba de un modo que era incapaz de explicar, sino que invirtió en propiedades e hizo compras importantes que quedó debiendo. Ya en el pueblo donde comenzamos a vivir, en España, sus compañeros de trabajo intentaban persuadirme de que algo no iba bien con él, que liaba las cosas, que manejaba incorrectamente el dinero que no le pertenecía, que desaparecía mercadería y no se sabía hacia dónde iba a parar.
Siempre faltaba dinero de las cajas de los sitios por donde él iba pasando. Eduardo me comentaba situaciones que se sucedían en las empresas por las que iba pasando, situaciones de errores que se cometían con dinero, pero nunca él tenía algo que ver y él mismo sospechaba de sus compañeros. Esto se repetía en uno y otro trabajo y si sus problemas no eran de dinero, lo eran por falta de comprensión de sus jefes, que en un principio, al comenzar a trabajar, le parecían geniales, pero después, con el transcurso de los meses, para su asombro, cambiaban de actitud y acababa “despidiéndose a sí mismo” para buscar otros rumbos.
Al principio le creía cuanto me decía acerca de la falta de dinero en las cuentas bancarias, o de la nómina que llegaba por la mitad. Me contestaba que se lo habían robado, que lo había dejado sobre el mueble del comedor y que al regresar ya no estaba, o me miraba con su mirada penetrante y vacía, sin saber qué alegar. Con el correr del tiempo comencé a sospechar pues la cantidad de veces que le sucedía lo mismo, era injustificable. Una mañana, un familiar lo encontró totalmente absorto con una máquina tragaperras, cambiando y cambiando el dinero que llevaba en un sobre, su nómina. Pero ésto no fue sólo un día. Se escapaba del trabajo para hacerlo, me mentía con respecto al sitio donde iba. Por supuesto, esto fue la gota que rebalsó el vaso y todo me comenzó a cuadrar. Y aquel muchacho tierno, simpático, de conversación fluída que me enamoró a los veintiséis se convirtió en mi mente en una masa informe , sin valores en común conmigo, una masa informe de un metro con ochenta y tres centímetros y ochenta y dos kilos de peso, que se evadía de su vida, de sus responsabilidades, dejándonos solas, a las niñas y a mi.
Le tuve paciencia, respeté sus tiempos, lo apoyé, psicoanalicé, mimé, consentí, y fui su mujer con todas las letras, todo el tiempo que pude, durante diesiciete años, y así me dejé llevar por la montaña rusa que era nuestra vida. Hubo tiempos de calma, de buen pasar económico, como cuando nos dimos la tregua para hacer cada uno su vida, permitiéndonos uno a otro encauzar nuestras vidas con otra persona, porque ya no había nada entre nosotros, idea que, delante de nuestras hijas intentábamos disimulábamos como si todo estuviese en orden, yéndonos a dormir en la misma cama, pero evitando tocar nuestros cuerpos. Hubo tiempos de mentira en que la vida parecía fluir normal. Este tiempo de paz coincidió con mi período de control monetario. Llevaba minuciosamente el control total de entradas, gastos, de todo. Pero esto no tardó en volver a ser polvo en el aire. Soy muy despistada, muy olvidadiza y los nervios internos ante lo que era mi vida, hacían que mi memoria quedara por debajo de la de un pez. Eduardo siguió en sus trece y se las arregló para volver a hacer faltar el dinero y echarme las culpa de ello, y en ocasiones no podía hacerle frente por mis olvidos, mis despistes. Esto me sumió en una total inseguridad en mi misma de la que él comenzó a aprovecharse, hasta llegar a desautorizar cualquier toma de desición económica o con respecto a las niñas. Llegué a sentirme perdida, como desvariando. Mi estado era delicado, creía estar perdiendo la razón, perdía el hambre, los kilos, mis hijas... Acabé necesitando la palabra de un profesional y fui a mi doctora, quien me notó súmamente nerviosa, muy triste. Y, conocedora de que acudo a ella cuando estoy tocando fondo, después de contarle lo que me estaba sucediendo, con su apariencia campechana, sus gafas de carey, su vozarrón de antigua fumadora, me dijo: -Tienes dos caminos, o dejas a este hombre o acabarás con tu razón-. “Acabarás contigo y la vida de tus hijas”, agregué mentalmente. Mientras tanto me recetó antidepresivos que por supuesto no compré; siempre he sentido que mi cuerpo era lo más importante que tenía en mi vida y cualquier tipo de agresión externa debía ser excluída de él y los antidepresivos, sabía hacia dónde me conducirían.

Tuve suerte en aquella época. Mis compañeras de trabajo, que me veían llegar con ojeras de haber estado llorando a moco tendido por la noche, mis amigas, y la gente que conocí por Internet me dieron su apoyo, su calor humano, sus abrazos, sus palabras de ánimo y ésto junto con cierta fuerza interior innegable, hicieron que me mantuviera a flote en aquel naufragio que era toda mi vida. 

lunes, 1 de julio de 2013

I- LA PRIMERA PÁGINA ( 3 )

Aquí me tenéis, para contaros lo que es la vida de una mujer divorciada, con dos hijas adolescentes, que tiene un trabajo bonito (gracias al cielo) y un par de amigas que le ayudan a ser fuerte, sobre todo en cuanto a relaciones entre sexos se refiere. Para contaros lo que seguro, no os animáis a contar y que no me cabe ninguna duda de que compartiréis como propio.
Mujer de esta época, que se conecta a facebook cada tarde para cotillear lo que sucede, pero que a la vez, no puede hacerlo demasiado tiempo, un poco por ser temperamentalmente inquieta, un poco por el "deber" de ser madre, un poco por el trabajo en la casa, etc., etc.
Y al respecto de Internet os quiero hablar. Me mantengo conectada con la familia, que como ya sabéis, he dejado en América; chateo con gente del pueblo que he conocido por mi trabajo, con compañeras de trabajo y poco más. Y desde que me divorcié me inscribí en una de esas páginas de "encontrar pareja". Sí, como le explico a mi madre, que no entiende lo que hago, prefiero conocer a las personas desde adentro, antes que hacerlo en la calle o en un bar, porque, por otro lado, soy poco salidora.
¿Cómo comencé con esto de Internet? Os lo voy a contar...
El regalo de mi hija mayor de comunión, fue un ordenador. Hasta el momento, sólo había trabajado con ellos como administrativa y de esto hacía una veintena de años atrás. Con lo cual, puede decirse que no estaba demasiado al tanto de nada, pero, como buena lectora, sabía de "oidas". La llegada del ordenador a casa coincidió con ese declive de pareja que os comenté. Llevábamos cuatro años de convivencia en el pueblo de Europa que ya sabéis. El padre de mis hijas, nunca logró madurar y siempre he necesitado admirar al hombre que tengo a mi lado. Ser madre de tres niños es dificil. Criar a dos hijas, con la colaboración de un hombre inmaduro, más aún. Intentar salvarlo de sus problemas económicos, llevar la casa casi sin su ayuda, ya me diréis vosotras, lo que es. Es estar casada, sin estarlo. Es deber ser una esposa, siendo más que nada una madre. Es, triste. La imagen masculina se derrumba, se cae en mil pedazos y una está tan agotada de andar, que no tiene ya más ánimo de recoger. Así que comencé a alejarme de él poco a poco, ya no charlábamos como al principio, las comunicaciones comenzaron a ser sólo a gritos y todo se centró en un círculo difícil de salir. Él cometía errores económicos por su inmadurez, yo dejaba de admirarlo, me alejaba, él pretendía de mi lo que todo hombre desea de su mujer y yo más me alejaba. Necesitaba a gritos volver a vivir con aquel joven del que me enamoré, necesitaba su apoyo, su calor, sentirme reconocida, sus palabras...
El ordenador fue la vía de escape. Mi hija Candela tenía once años y me invitó a jugar en una página de dibujitos donde se podían construir casitas y allí entré, un poco para saber dónde se estaba metiendo, desconfiaba bastante de todo lo que pudiese suceder en ese medio, un poco por mi eterna curiosidad de niña inquieta. No me pareció malo el sitio. Se trataba justamente de eso, de pintar, decorar casitas, hacerte un avatar y manenjarlo. Cada avatar estaba dirigido por alguien, por un "ser humano" y me entusiasmé como la mejor de las adolescentes. Después de hacer los deberes con mis hijas, nos sentábamos las dos a construir nuestras casas, comprar muebles, cambiándolos con otros avatares, etc. Era como un mundillo de buenos y malos, pero nadie podía hacer daño a nadie, porque no había nada que te hiciese descubrir lo que había detrás de ese "dibujo-personita" que bailaba, saludaba, caminaba y se sentaba. Recuerdo que creamos juntas una agencia de modelos, que reunía a un centenar de "empleaditos", modelos, fotógrafos, ayudantes, profesores de pasarela y demás, todos de la misma edad que mi hija o dos años mayores, nada peligroso. Entre ellos, había un muñequito, de quien ahora no recuerdo bien su nombre, que entraba casi todos los días a las ocho de la tarde, se sentaba en un banco en el mostrador de la agencia y se comunicaba conmigo. Yo, la madre de mi hija, era la Directora de la Agencia de modelos "Katya". Hacer eso me permitía evadirme de mi mundo real, me hacía liberar tensiones, recíbía palabras de afecto y estaba él, que sólo tenía palabras de aliento para mi. "Lo haces muy bien, Katya", "Adelante, Katya", "Eres un encanto de persona"... Comencé a sospechar de que no se trataba de un niño de la edad de mi hija, sino de alguien mayor, por su forma bastante correcta de escribir. Igual seguí el juego, sin darle mucha importancia a este avatar, hasta que llegado el fin del mes de julio de aquel año, me enteré de que me quedaba sin trabajo. La tristeza de la pérdida del trabajo se sumaba a la mala relación con mi pareja, mi mundo se desmoronaba, pero como mi espíritu siempre ha sido optimista y de las que siempre ve el vaso medio lleno, aún en semejantes momentos de crisis, decidí que tenía que salir adelante y aquella tarde, sintiéndome pésimamente mal, me conecté en la página de chat, para decirle a mis "empleaditos", que no me sentía bien y que iba a estar algunos días sin entrar a aquella sala-agencia de modelos. Él, el "muñequito", el avatar que siempre entraba a las ocho de la tarde, me ofreció una charla íntima en su "casa virtual", una sala que se podía cerrar con un candado virtual y que impedía que otra gente se comunicara con nosotros. Así, supe que tenía veinticinco años, que trabajaba como informático, y que, al igual que todos, buscaba en esa página un poco de distracción y tal vez, lo que en su vida real, por sus motivos personales, le estaba negado. Comenzamos un diálogo distendido, contándonos nuestras historias, mis problemas de pareja, sus gustos, mis tristezas. Los meses fueron pasando y mi necesidad de conectarme y de hablar con él fueron creciendo a medida que me iba alejando de mi ex marido. Llegando al punto de obsesionarnos tanto el uno con el otro, que sentimos que debíamos conocernos en persona. Atrás quedó el juego infantil de la agencia virtual, y por delante un mundo de sensaciones compartidas a través del chat. Ya no se podía hablar de ciertas cosas personales en aquella página, así que me invitó a abrirme una cuenta en messenger, y cada noche, cuando las niñas se iban a dormir y mi marido aún trabajaba en el restaurant de enfrente de casa, me conectaba con él para compartir música, ver páginas que nos agradaban, a escribirnos poesías , a hablarnos de lo que sentíamos el uno por el otro. Hasta que una tarde de lunes, totalmente atormentada, y sabiendo que lo que estaba sucediendo dentro mío no podía ser porque me sentía engañando al padre de mis hijas, le comenté lo que había estado haciendo todo ese tiempo con el fin de que se diese cuenta de que lo necesitaba como marido, de que mi falta de comunicación con él se debía a su falta de tacto, a su comportamiento indebido como adulto padre de sus hijas, a su falta de afecto conmigo y a la forma grosera en que me estaba tratando. De más está decir, que al anunciarle que el chico quería conocerme personalmente, perdió totalmente el norte y aprovechó la ocasión para insultarme, maltratarme en todo momento, en todo lugar, a cualquier hora del día, delante de mis hijas, irrumpiendo en el cuarto, que a esas alturas compartía con la pequeña, sin importarle que fuesen las cuatro de la mañana cuando la niña debía despertarse a las siete. Dos adultos volviéndose locos, dos niñas en medio, los insultos, los platos estrellándose en el suelo, los gritos de las pequeñas pidiendo clemencia.
Dejé de hablar con aquel joven, le pedí disculpas por haber llegado a alentarlo en una relación que me parecía ilógica tanto por la forma como por nuestra diferencia de edad. Le agradecí los buenos momentos compartidos, la comunicación bonita, los buenos modales virtuales, en fin, le agradecí el haberme dado el calor que tanto me faltaba en mi relación con aquel hombre que cada vez me hacía más imposible la vida, con aquel hombre que me usó como chivo expiatorio de sus pecados terrenales, de sus conflictos en el trabajo, de sus pérdidas inconfesables de dinero, con aquel hombre que dejó hasta de comportarse como el padre que debía ser para las niñas. E intenté recomponer todo lo que ya estaba perdido, lo que nunca más pudo reconstruirse y que acabó en el divorcio total, porque las personas somos como guantes de látex. Llega un día que de tanto estirar y estirar, éste se fisura y de allí a que cada uno se quede con una parte, hay pocos segundos.
Y así fueron nuestros últimos días en familia, días infernales donde nadie comía ni a la hora de comer, ni a la hora de cenar, donde las ojeras por la falta de sueño, delataban horas de agresión psicológica vividas, donde la desautorización de la madre delante de las hijas se hizo moneda corriente, donde los gritos hacían ponerse alerta a los vecinos que se anunciaban dispuestos a socorrernos a la hora que fuese necesaria, donde el cuerpo somatizaba lo que la mente no podía hacer frente. Así fueron los últimos meses de una vida en común que en algunos momentos creimos para toda la vida.

Así fueron los últimos meses de una familia que se cobijó en el chat. Que encontró en Internet la vía de escape y no sólo estoy hablando de mi. Descubrí que él, mientras yo no estaba en casa, mientras trabajaba en un nuevo sitio para seguir sacando adelante a la familia, descubrí que él también comenzaba a hacer uso de páginas "de encuentros de pareja" y que por otro lado, bloqueaba las páginas por donde yo podía conocer a gente, sin importarme el sexo, porque lo que necesitaba entonces era salir de mi frustrante realidad y a la vez asumirla como tal y no me sentía dispuesta a contarle mis penurias a la gente que me rodeaba día a día, esa gente demasiado tenía ya con sus vidas, como para verme llorar a mi, así que, buscaba de cualquier modo que pudiese, hacerlo por internet, desde mi sitio frente a una pantalla, donde podía despotricar contra el hombre que me angustiaba sin que nadie me mirase de frente, ni lo conociese a él. También fue en aquella época que, a través de aquella página a la que entré como invitada de mi hija, en salas donde no se admitía la presencia de menores, conocí a gente que con el correr de los años se han hecho amigos y amigas entrañables y aún me dan su cariño a la distancia.