domingo, 14 de julio de 2013

II- VIAJES EN LANCHA- " EL TÉMPANO" ( 8 )

Conocí mucha gente al mismo tiempo en un mismo período de mi historia por chat.  Antes de comenzar a chatear con El guardián, conocí a Leo. Tengo ojo clínico con la gente, voy a admitirlo. Leo me dejó un saludo educado en mi blog de aquella red social y clické para ver su perfil y blog. Todo muy correcto. Muy en su sitio. Algunas fotos, algunos comentarios, pero nada digamos "extraordinario" ni fuera del otro mundo. 

Lo fui conociendo poco a poco. Poco a poco fui sabiendo de su vida, lo que él deseaba que supiera. Que vivía en un barrio de Madrid. Que tenía cuarenta y ocho años, que era ingeniero en telecomunicaciones y trabajaba para una multinacional china. Que había tenido una pareja sueca durante unos cuantos años, pero que no se había casado. Que no tenía hijos. Que vivía con sus padres de quienes se ocupaba a falta de una hermana que siempre estaba atareada con sus quehacereres y propia familia. Nacionalista hasta los tuétanos, siempre comentando sucesos políticos. Culto, educado. 

Personalmente me pareció más que agradable. Atractivo, de mirada seductora, sonrisa afable, modales paternales. Su voz cálida, su hablar pausado y de un volúmen que agradaba al oído, te invitaban a imaginar largas charlas a la hora en que el sol se pone y las primeras luces auguran una noche en calma.  Cabello castaño oscuro con algunas canas, alto y fuerte. El tipo y tamaño de hombre que te puede proteger de las "inclemencias ambientales". "Confortable" como me decía que alguna vez le habían dicho. Durante alrededor de cinco años hablamos de muchas cosas, intimamos, filosofamos, discutimos, nos alentamos, nos apoyamos, nos sostuvimos. Leo fue la persona a quien recurría cada vez que tenía que solucionar un problema doméstico y no sabía cómo. Su didáctica a distancia me valía y juntos, gracias a sus instrucciones, fui capaz de arreglar mi lavadora, móvil de por medio y manual en pantalla del ordenador. Así, todo. Leo siempre tenía la idea justa y la solución bien pensada.

Así fue como de tanto charlar, de tanto conocernos, de tanto creer que formábamos una pareja virtual casi perfecta, un día me confesó que su madre "necesitaba dos nietas y una perra" a quienes mimar <¡vaya coincidencia con mis más preciadas posesiones!>. Para ubicarnos un poco mejor en el tiempo, estoy hablando de hace tan sólo dos años atrás, del 2011. Cuando mi hija pequeña tenía doce años y la mayor, diecisiete. Por supuesto me asombré de que viniera esta "proposición" de un hombre correcto como él y la sopesé un poco. Digamos que casi casi me la creí. 
Comenzamos a proyectar juntos, durante unos días. Imaginamos que deberíamos trasladarnos a la península, dejando mi trabajo, que deberíamos ocupar una de sus tres casas en las afueras de Madrid. Que las niñas podrían recomenzar allí el instituto, y una larga hilera de etcéteras, bastante difíciles de conseguir en breve tiempo y un poco alocadas, si se quiere, pero una nunca sabe los caminos que le puede tener preparados el destino.  

Una tarde como tantas, me conecté a la hora que siempre solíamos encontrarnos y no nos encontramos. Y esto siguió sucediendo sin explicación de por medio, ni mensajes en mi bandeja de entrada, ni absolutamente ningún rastro, huella, ni nada de su parte.




Se derritió como témpano de hielo en mares ecuatoriales. Desapareció de la superficie marina. Mi Diosa se quedó alelada. Totalmente inmóvil, cual estatua de mármol. Y la verdad que, particularmente, nada me pareció demasiado extraño, dado las miles de situaciones raras que se suceden en la red. Hay que admitir que sentía un inmenso cariño por esa persona que siempre había estado a mi lado, desde el momento en que lo conocí, así que, lo que más rabia me dio fue cómo un ser humano puede abrir la bocaza, o a través de Internet, puede teclear semejantes disparates, que apuntan al corazón de un ser humano, creándole ilusiones para de repente y sin más, desaparecer, dejando atrás años de amistad y como si fuese poco, años de gasto en electricidad, para llevarla mediante el  ordenador. Me pregunté durante un par de días, cómo una persona que parecía digna de mi atención se podía haber comportado como un...[envoltura de forma oval dentro de la cual se encierra el gusano de seda para transformarse en crisálida]. Y aún hoy, en el tiempo, me sigo preguntando lo mismo y no encuentro respuestas coherentes... 

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