sábado, 23 de enero de 2010

EN SOLEDAD.-

15/09/08.-




Otra vez la noche, el momento mágico para quienes tienen la suerte de amarse, de besarse, de acariciarse, de olerse, de respirarse…


Otra vez el momento de paz tan anhelado en mi día, el momento en que deseo reencontrarme con mi música, con la lectura, con alguien que no está. Otra vez el momento en que anhelo contar cómo me siento, en que necesito del beso, la caricia, el olor, la respiración…


Nuevamente escribiendo lo que percibo desde fuera hacia adentro, acompañada de mi soledad, nuevamente intentando hacerlo sin que mis lágrimas bañen el teclado. Porque esta soledad duele. Duele desde la célula a la corteza, desde la raíz hasta la hoja. Duele intenso e inmenso.


Si fuera capaz de hacerme mi propia compañera, qué bien podría sobrellevarme. Hay quienes dicen que la han elegido, que se han acostumbrado a ella a fuerza de hacerle compañía. A mí me cuesta. No lo voy a negar. Hay quienes han nacido para vivir en soledad, que la disfrutan que la cuidan , que la adulan … Yo necesito llamarme Soledad. Necesito convertirme en ella, ocupar su lugar, transformarme en ella. Necesito sentir sus sensaciones encontrándome a mí misma en su propia piel.


Me cuesta. No sé vivir sola. No sé si aprenderé o si algún día lograré llenarme el espacio infinito de mí misma y me da miedo. Sé que a fin de vivirme, me llenaré de mí y no sé si me seré suficiente. Y a eso le temo. Siento mentalmente el hormigueo de un abrazo y siento tanto que temo tener que guardarlo, ocultarlo, esconderlo detrás de mí ser.


A estas horas me veo durante todo mi día. Me retrotraigo. Me pienso haciendo para no pensar. Me siento sintiendo para no sentir. Me recuerdo intentando vaciarme de energía para no recordar. Me observo ocupada, engañándome en ocupaciones que se ocupan de distraerme de mi pasar.


Hago mentalmente y deshago. Construyo castillos nube a nube y los vuelvo a destruir. Armo puzzles de aire infinito y soplo cada pieza para que caigan ordenadamente dentro de su caja de cartón. Recorro los rincones de mi mente buscando un ángulo recto y no hay más que esquinas redondeadas sin puertas ni ventanas. Escarbo en la arena de mis deseos y no encuentro más que conchas vacías sin sus perlas. Y yo la elegí, yo la quise y por ella luché. He sido mi propia víctima satisfecha, del logro tan ansiado. He peleado para vivirla y hasta para morirla y ahora es ella quien me ahoga en mi mar de aguas polares, es ella quien me clava espinas de cristal. Es ella quien se convierte en espejo roto para mostrarme los fragmentos de mi yo interior.


Es ella quien se acerca y me cubre con esta manta de niebla en esta noche tan mágica para quienes comparten risas, caricias, placer… Es ella, la innombrable, la temida, la que oculto tras las cortinas pesadas de mi mente, la que no quiero mostrar a nadie, para que nadie se compadezca de mí. Es ella, la que se multiplica y se escinde como rama interminable y que me alcanza y me atrapa y te alcanza y te atrapa pero la intentas ocultar para que nadie se compadezca de tí, porque tú como yo, no la quieres reconocer...

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